miércoles, 29 de enero de 2014

Repoblación

La Reconquista no fue solamente confrontación bélica; supuso también una ocupación y una colonización del territorio, es decir, una repoblación que permitió el "control del espacio recuperado". 

El sistema de repoblación puesto en práctica varió mucho de unas zonas a otras y ello dependió de las circunstancias, las necesidades y de la amplitud en el tiempo de dicho proceso que hizo evolucionar estas prácticas. El proceso presenta cuatro grandes etapas y modelos:

Repoblación de tipo monacal (siglos VIII-XI). 
Repoblación del valle del Duero y Plana de Vic.
Alfonso I repobló los valles de Cantabria con mozárabes procedentes de las tierras del Duero. Más tarde, cuando las fronteras del reino alcanzaron dicho río (con Alfonso III), fue preciso ocupar grandes extensiones despobladas con pobladores del norte y mozárabes huidos de Al-Andalus. En un principio, esta repoblación tuvo un carácter espontáneo y fue realizada por nobles, monjes o grupos de campesinos. Pero, desde mediados del siglo IX, la repoblación adquirió un carácter oficial, debido a que solía efectuarla el propio monarca o algún noble que actuaba en su nombre. El proceso repoblador dio lugar a la creación de un importante sector de campesinos que poseían sus propias parcelas de tierra, los llamados “pequeños propietarios libres”. Pero, a la larga, se impusieron las grandes propiedades, ya fueran de los grandes magnates nobiliarios o de las instituciones eclesiásticas.
En el noreste peninsular se efectuó, en las últimas décadas del siglo IX, la repoblación de la plana de Vic, y de otras comarcas próximas. Los colonizadores procedían a la aprisio, término latino que aludía a la ocupación y puesta en cultivo de la tierra. Esa colonización la protagonizaron tanto magnates nobiliarios como monjes y labriegos. Los repobladores que participaron en este proceso procedían, en su mayor parte, de los llanos de Urgell y de la zona de Cerdeña. Al mismo tiempo, se restauró la diócesis de Vic y se fundaron en este territorio diversos monasterios, de los cuales el más importante fue el de Santa María de Ripoll.
Repoblación de tipo concejil (2ª mitad del XI y 1ª del XII). 
Del Duero al Tajo.
Años más tarde, los reinos de Castilla y León, procedieron a la repoblación del territorio situado entre el río Duero y el Sistema Central, al que se denominaba las Extremaduras. Allí se establecieron colonos originarios de las tierras situadas al norte de este río. La repoblación de este territorio, fue fundamentalmente “concejil”. Los municipios fronterizos (Salamanca, Ávila, Segovia, etc.) recibieron privilegios por los que se convertían en entidades semiautónomas, que disponían además de un extenso territorio (llamado “alfoz”), cuya roturación y cultivo confiaban a hombres libres, de acuerdo con lo estipulado en sus fueros.
La repoblación de los valles del Tajo y del Ebro tiene una peculiaridad. Eran zonas muy pobladas y en donde permanecerá una abundante población mudéjar. Y a ellos acudieron, también, los mozárabes perseguidos y expulsados por los almorávides tras la expedición de Alfonso I el Batallador.
Repoblación con Órdenes Militares (mediados del XII a principios del XIII). 
Valle medio del Guadiana y el Turia.
A finales del siglo XII, las órdenes militares fueron las encargadas, favorecidas por la corona, de repoblar los territorios fronterizos. Así las órdenes del Temple y del Hospital se asentaron de las montañas de Teruel y la zona del Maestrazgo; las de Calatrava, San Juan y Santiago se ocuparon de la Meseta Sur; y la de Alcántara fue la protagonista en la zona extremeña. 
Repoblación nobiliaria (siglo XIII), Andalucía (Guadalquivir) y Murcia.
Por último, a lo largo del siglo XIII, Andalucía y Murcia fueron repobladas por catalanes, aragoneses, pero sobre todo, por castellanos. La alta nobleza, las órdenes militares y la Iglesia recibieron extensos donadíos. En este caso, los grandes lotes entregados y la escasez de medios humanos ocasionaron un poblamiento lento y un triunfo del latifundio. Se perfilaron así los rasgos de la estructura agraria y social de gran parte de la mitad sur de la Península. Al mismo tiempo se organizaron poderosos concejos en torno a las ciudades, en los que se repartió la tierra entre sus pobladores, por medio de los llamados heredamientos.

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