Al igual que había pasado en las Cruzadas, en la península Ibérica los cristianos crearon órdenes militares formadas por monjes guerreros, cuya función era conquistar y defender los territorios frente a los musulmanes.
Las órdenes de Calatrava en La Mancha, de Santiago en Castilla, de Alcántara en Extremadura y Montesa en Aragón, fueron las más poderosas.
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