miércoles, 30 de octubre de 2013

La Querella de las investiduras y el Concordato de Worms

 
Se entiende por investidura el conceder a una persona un título eclesiástico: obispo, abad o cualquier otro. Al ser título de carácter eclesiástico, es lógico que lo otorgue la autoridad de la Iglesia, pero no siempre era así. Es más, en no pocas ocasiones, esos cargos los otorgaban reyes y señores feudales, para garantizarse unas rentas económicas y el apoyo de la Iglesia.
Con este sistema nos encontramos a personas que han sido nombrados obispos y abades por el Emperador y, que no miran por el bien pastoral de las almas si no por el beneficio económico de los cargos.

La cuestión de las Investiduras

EL Papa Gregorio VII quiso reformar este aspecto que dañaba a la Iglesia. Su pontificado se halla todo el dominado por el conflicto con el emperador Enrique IV, conocido en la historia como la lucha de las Investiduras.
En 1075, el Papa promulgó un decreto contra la investidura, prohibiendo a todo poder secular (no eclesiástico), bajo pena de excomunión, dar obispados. Contra este decreto la resistencia de los señores feudales fue unánime; el Emperador de Alemania, Enrique IV, lo consideró subversivo y revolucionario. La ruptura entre Roma y el Imperio era inevitable.
 La cuestión de las investiduras no se dio solamente con el Emperador alemán, también en otras partes de la cristiandad, la Iglesia luchaba por la independencia del poder civil. Cuando, en Inglaterra, Guillermo II (1087-1100) y Enrique I (1100-35) empezaron a traficar con los altos cargos de la Iglesia, estalló el conflicto y el arzobispo de Canterbury protestó, teniendo que abandonar el reino.
La solución llegó siendo Papa Calixto II y Emperador de Alemanía, Enrique V. El Papa consiguió finalmente, tras largas negociaciones con Enrique V, concluir aquel tratado que se ha hecho famosos en al historia con el nombre de “Concordato de Worms” (23 septiembre 1122). EL emperador empezó prometiendo reparar en lo posible todos los daños patrimoniales que “desde el principio de esta diputa” hubieran sido inferidos a la Santa Sede por su padre o por el mismo. Para lo sucesivo prometía renunciar a la investidura y a permitir en todas las iglesias pertenecientes al Imperio la celebración de elecciones libres y canónicas para designar obispos y abades. Por su parte, el Papa admitía que, dentro del territorio de la corona alemana, el rey pudiera asistir a las elecciones y, en caso de elecciones dudosas, se le concedía la decisión junto con el metropolitano de la provincia eclesiástica.

 

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